¿Conoces los beneficios de la cúrcuma?

Esta especia se caracteriza por su uso gastronómico, ya que se utiliza para condimentar platos como potajes, arroces, purés o tortillas

La cúrcuma se cultiva en países como China, Indonesia, India y Bangladesh y desde su antigüedad ha sido utilizada como una planta medicinal por todos sus beneficios para la salud.

En la actualidad, esta especia se caracteriza por su uso gastronómico, ya que se utiliza para condimentar platos como potajes, arroces, purés o tortillas. Aporta un color amarillo intenso y un olor inconfundible.

Entre sus propiedades destaca su contenido en: fibra, proteínas, vitaminas (del grupo B y C) y minerales (hierro, yodo y calcio).

Según la Federación Española de Actividades Dirigidas y Fitness, además de sus muchos otros beneficios, la cúrcuma ayuda a perder peso, ya que sus propiedades impiden que los azúcares se conviertan en grasa.

También, ayuda a regular el tránsito intestinal, de modo que reduce la acidez estomacal, calma el dolor de estómago, reduce la sensación de hinchazón y evita las flatulencias y cólicos intestinales.

Asimismo, la cúrcuma es muy beneficiosa para la salud cardiovascular, ya que se ha demostrado que su consumo disminuye los triglicéridos y el colesterol malo, el causante de muchas enfermedades cardiovasculares.

Por otro lado, la Federación Española de Actividades Dirigidas y Fitness detalla que la cúrcuma también suaviza los síntomas premenstruales, mejora la artritis y puede retrasar el envejecimiento.

Por otra parte, la Organización de Consumidores y Usuarios explica que, al no haber evidencia de posibles efectos adversos en menores de 18 años, la Agencia Española de Seguridad Alimentaria y Nutrición aconseja evitar su consumo.

Igualmente, como esta sustancia se transfiere a los bebés a través de la leche materna, se recomienda que las mujeres embarazadas no la consuman.

¿Tienes faringitis? Aprende a tratarla (y prevenirla)

El frío, la polución, el ambiente seco o el estrés son factores que puede predisponer su aparición

La faringitis es una de las enfermedades más comunes de la garganta. Se trata de una inflamación de la faringe causada por una infección, aunque también puede deberse a causas alérgicas, químicas o traumáticas.

Según la Sociedad Española de Otorrinolaringología y Cirugía de Cabeza y Cuello, el frío, la polución, el ambiente seco o el estrés son factores que puede predisponer su aparición.

Por lo general, la faringitis de inicia de forma brusca y entre los síntomas más frecuentes se incluyen: dolor de garganta, dolor al tragar, amígdalas rojas e inflamadas, dolor de cabeza y fiebre.

Para diagnosticarla, desde la Asociación Española de Pediatría de Atención Primaria detallan que el médico prestará especial atención a los síntomas y a la exploración de la garganta. Como la evolución y el tratamiento son diferentes dependiendo de si se trata de una faringitis vírica o una faringitis bacteriana, puede ser necesario un análisis microbiológico. 

En cuanto al tratamiento, la Sociedad Española de Medicina Interna detalla que, en la mayoría de los casos, la faringitis aguda viral no responde bien a los medicamentos, por lo que los pacientes deben esperar a que la enfermedad se resuelva por sí sola, tomando analgésicos o antiinflamatorios para tratar el dolor. También, los líquidos, las pastillas anestésicas y los caramelos duros pueden ayudar a calmar el dolor.

LA IMPORTANCIA DE LA PREVENCIÓN

La prevención es la mejor forma de reducir el riesgo de sufrir faringitis u otras enfermedades de la garganta. Para ello, desde la Sociedad Española de Otorrinolaringología y Cirugía de Cabeza y Cuello aconsejan: seguir una dieta saludable, no fumar, llevar una correcta hidratación, evitar el alcohol, descansar bien, evitar el estrés y no automedicarse.

Por su parte, en Clínica Mayo recomiendan tener unas medidas de higiene adecuadas: lavado de manos frecuente, taparse la boca al toser o estornudas y no compartir elementos personales como vasos o cubiertos.

Bruxismo: ¿cómo afecta a la calidad de vida?

Se estima que afecta al 10-20% de la población y, en la mayoría de las ocasiones, se debe al estrés

El  bruxismo es un trastorno que consiste en apretar o rechinar los dientes de forma inconsciente. Se estima que afecta al 10-20% de la población y, en la mayoría de las ocasiones, se debe al estrés.

No obstante, según la Asociación Española de Pediatría, hay factores genéticos, factores dentales y trastornos del sueño que también pueden influir en el bruxismo.

De hecho, como el bruxismo suele darse por la noche, tal y como detallan desde Clínica Mayo, las personas que aprietan o rechinan los dientes mientras duermen tiene más probabilidades de padecer ciertos trastornos del sueño, como apnea.

Los síntomas más frecuentes entre las personas que padecen este trastorno son: dolor de cabeza, sensibilidad dental, dientes fracturados, rechinar los dientes, esmalte dental desgastado, dolor de mandíbula y alteraciones en el sueño.

DIAGNÓSTICO Y TRATAMIENTO

Si se sospecha que se padece bruxismo, lo mejor es acudir al dentista, ya que será el encargado de diagnosticar este trastorno mediante un análisis visual de la boca.

En cuanto al tratamiento, el Consejo General de Dentistas de España detalla que existen fármacos, como los analgésicos o antiinflamatorios, que ayudan a disminuir la inflamación y otras molestias ocasionadas por el bruxismo.

Otro tratamiento muy utilizado es la férula de descarga, diseñada para mantener los dientes separados y, por tanto, para evitar el daño causado al apretarlos o rechinarlos. Según Clínica Mayo, puede estar hecha de acrílico duro o materiales más blandos que se ajustan a los dientes superiores e inferiores.

Por otro lado, el Consejo General de Dentistas de España también recomienda acudir a un fisioterapeuta, ya que con él se pueden trabajar procedimientos cuyo objetivo es proteger y recuperar la función de las estructuras móviles.

Por último, la corrección postural y llevar unos hábitos alimenticios adecuados son medidas que también ayudan a tratar el bruxismo.

Varicela: todo lo que debes saber

Tras la exposición, el periodo de incubación es de 14 a 15 días aproximadamente, pero puede variar entre los 10 y 21 días

La varicela es una enfermedad causada por el virus de la varicela-zóster. Es muy contagiosa, presenta una alta incidencia y es típica de la infancia. Se calcula que, en climas templados, más del 90% de la población ha padecido la enfermedad antes de los 15 años de edad.

A nivel mundial, su incidencia se estima en 60 millones al año; de estos, 57 corresponden a niños y 3 a adultos.

La transmisión del virus, tal y como indican desde la Asociación Española de Pediatría, se produce de persona a persona a través del contacto directo con las vesículas cutáneas que contienen el virus.

Tras la exposición, el periodo de incubación es de 14 a 15 días aproximadamente, pero puede variar entre los 10 y 21 días, pudiendo ser más prolongado en personas inmunodeficientes.

El síntoma más característico de la varicela es el exantema pero también puede aparecer fiebre, cansancio, dolor de cabeza y pérdida de apetito. La fiebre, según explican desde el Ministerio de Sanidad, suele ser moderada y persistir durante los 2-4 primeros días del exantema.

La mejor forma de prevenir la varicela es la vacuna, ya que esta reduce la probabilidad de padecer la enfermedad. De hecho, los expertos de los Centros para el Control y la Prevención de Enfermedades calculan que la vacuna proporciona una protección completa contra el virus para casi el 98% de las personas con las dos dosis.

DIAGNÓSTICO Y TRATAMIENTO

Según la Asociación Española de Pediatría, el diagnóstico es clínico, pero puede ser necesario recurrir al laboratorio cuando se trata de casos atípicos o de pacientes inmunodeprimidos.

En cuanto al tratamiento, aunque por lo general no se necesita, ya que la varicela desaparece por sí sola, sí se pueden adoptar medidas que ayuden a aliviar los síntomas: aplicar loción de calamina, evitar rascarse, darse un baño con bicarbonato de sodio y utilizar medicamentos para tratar la fiebre (sin que estos contengan aspirina).

Hipocondría: así influye en la salud mental

Aunque el médico asegure al paciente que no padece ninguna enfermedad, el hipocondríaco solo se quedará tranquilo por un tiempo determinado

La hipocondría es una enfermedad por la que el paciente presenta una preocupación excesiva por su salud y cree que padece alguna enfermedad grave ante cualquier síntoma que aparece.

Puede ocurrir, por ejemplo, según la Sociedad Española de Medicina Interna, con lunares, pequeñas heridas, con la tos, con los propios latidos del corazón, con movimientos involuntarios del cuerpo o con sensaciones físicas no muy claras.

Aunque el médico asegure al paciente que no padece ninguna enfermedad, el hipocondríaco solo se quedará tranquilo por un tiempo determinado, pero la preocupación excesiva regresará.

De hecho, el Instituto Superior de Estudios Psicológicos señala que el paciente buscará una segunda opinión médica o se centrará en otra zona o dolencia de su cuerpo, por lo que nunca estará tranquilo al 100%.

Se desconocen las causas exactas de la hipocondría, pero desde la Sociedad Española de Medicina Interna especifican algunas razones por las que esto podría ocurrir: haber tenido (o un ser querido) una enfermedad grave en el pasado, haber tenido unos padres sobreprotectores, tener una condición médica de salud o haber tenido una situación traumática en el pasado.

La persona que padece hipocondría puede ver afectada su salud mental, ya que constantemente piensa que padece una enfermedad grave, lo que incrementa sus niveles de estrés y ansiedad.

En este sentido, los síntomas más frecuentes de un hipocondríaco son: preocupación constante por tener una enfermedad, examinarse el cuerpo para detectar posibles signos de alguna enfermedad, hablar siempre de la salud, buscar en internet las causas de los síntomas o sensación de intranquilidad tras el diagnóstico que descarta alguna patología.

Para tratar la hipocondría, una vez que se han descartado otras posibles enfermedades, lo mejor es acudir a terapia psicológica. Los fármacos, a su vez, también pueden ayudar a controlar la ansiedad, la depresión o las conductas obsesivas provocadas por la enfermedad.

Disfagia: qué es, causas, síntomas y tratamiento

Afecta a dos millones de personas en España y se estima que el 90% está sin diagnosticar

La disfagia es la dificultad para tragar que entorpece el paso de los alimentos líquidos o sólidos desde la boca hasta el estómago. Afecta a dos millones de personas en España y se estima que el 90% está sin diagnosticar.

Según la Fundación Española del Aparato Digestivo, la deglución normal tiene tres fases diferenciadas: fase oral, dividida a su vez en una fase de masticación donde se forma el bolo alimenticio y una fase de transporte donde el bolo pasa a la faringe; fase faríngea, donde la epiglotis sella la laringe y el bolo continúa descendiendo; y fase esofágica, donde se expulsan los alimentos hasta el estómago.

Entre los síntomas asociados a la disfagia se encuentran: dolor al tragar, voz ronca, acidez estomacal, tos, regreso de los alimentos a la boca, sensación de que los alimentos se quedan atascados en la garganta o en el pecho y pérdida de peso.

Entre las causas de la disfagia se encuentran: enfermedades neurológicas,  enfermedades musculares, trastornos funcionales o enfermedades de estructuras adyacentes.

DIAGNÓSTICO Y TRATAMIENTO

La Sociedad Española de Otorrinolaringología y Cirugía de Cabeza y Cuello señala que la videoendoscopia es una de las técnicas más utilizadas para diagnosticar la disfagia. Mediante un nasofibroscopio se puede valorar la capacidad de deglución del paciente.

Otra prueba es la videofluoroscopia de la deglución, que consiste en la administración por vía oral de un contraste radiopaco y la visualización mediante radioscopia de la capacidad de deglución.

En cuanto al tratamiento, dependiendo de las características del paciente, se deberá decidir el tipo de alimentación más segura, con el objetivo de mantener un buen estado de nutrición e hidratación, y evitar complicaciones. Esto puede incluir: cambios en la dieta, medidas de rehabilitación y, en algunos casos, procedimientos quirúrgicos.

Sobre el pronóstico, la Sociedad Española de Medicina Interna explica que este depende en función de la enfermedad de base y la evolución. Por ejemplo, en enfermedades crónicas y progresivas, este mejora con una detección precoz y unos cuidados adecuados. 

¿Cómo afecta el sedentarismo a la salud?

A nivel mundial, casi el 30% de los adultos y el 80% de los adolescentes no cumplen con las recomendaciones generales sobre actividad física

El sedentarismo es un estilo de vida carente de movimiento o actividad física. A nivel mundial, casi el 30% de los adultos y el 80% de los adolescentes no cumplen con las recomendaciones generales sobre actividad física.

En este sentido, según la Organización Mundial de la Salud, los niños y adolescentes deben realizar, al menos, una media de 60 minutos de actividad física diaria; y los adultos, al igual que los ancianos, entre 150 y 300 minutos de actividad física aeróbica de intensidad moderada o 75-150 minutos de actividad física aeróbica de intensidad vigorosa a la semana.

Y es que, el sedentarismo puede tener consecuencias nefastas para la salud: incrementa el riesgo de padecer cardiopatías, cáncer y diabetes tipo 2. También, favorece el sobrepeso u obesidad, la hipertensión y el colesterol.

Por otro lado, la Federación Española de Actividades Dirigidas y Fitness destaca que el sedentarismo afecta de forma muy negativa en las mujeres, que pueden ver incrementados los efectos de la menopausia. Asimismo, las personas que no practican ejercicio pueden sufrir mayores niveles de estrés y ansiedad.

Por el contrario, llevar una vida activa no solo puede prevenir las cardiopatías, la diabetes tipo 2 y el cáncer, sino que también mejora la concentración y el aprendizaje y reduce los síntomas de la depresión y la ansiedad.

¿CÓMO COMBATIR EL SEDENTARISMO?

Tal y como detalla la Fundación Española del Corazón, el sedentarismo se combate con actividad física, por lo que es necesario modificar los hábitos sedentarios de vida y ocio y transformarlos de forma que se incremente el nivel de actividad física y deporte.

Para ello, la Organización Mundial de la Salud recomienda integrar la actividad física en el trabajo, las actividades deportivas y recreativas o los desplazamientos (ir andando o en bici), así como en las tareas cotidianas y domésticas (subir las escaleras en lugar de coger el ascensor, ponerse de pie para hablar por teléfono, hacer movimientos mientras se ve la televisión).

De este modo, con pequeños cambios en los hábitos diarios y si todas las personas se mantuvieran más activas, según la Organización Mundial de la Salud, cada año podrían evitarse entre cuatro y cinco millones de fallecimientos.

Las horas de sueño que necesitas según tu edad

La cantidad de horas de sueño varía según la persona y cambia a lo largo del ciclo de la vida

El sueño es una necesidad básica, al igual que lo es comer y beber. No dormir lo suficiente puede tener graves consecuencias para la salud: se incrementa el riesgo de padecer enfermedades cardiovasculares y diabetes, se aumenta el riesgo de sobrepeso u obesidad, la concentración y la memoria disminuye, y los niveles de ansiedad y estrés se incrementan.

En este sentido, la cantidad de horas de sueño varía según la persona y cambia a lo largo del ciclo de la vida. Por ejemplo, los bebés necesitan dormir entre 16 y 18 horas, los niños en edad preescolar, entre 11 y 12 horas, los niños y adolescentes en edad escolar, una media de 10 horas, y los adultos entre 7 y 8 horas.

Además de dormir las horas recomendadas, es importante que el sueño sea de calidad. Y es que, tal y como especifica la Biblioteca Nacional de Medicina de los Estados Unidos, las personas cuyo sueño suele interrumpirse o acortarse pueden no pasar suficiente tiempo en las diferentes etapas del sueño.

BENEFICIOS DEL SUEÑO Y PAUTAS PARA DORMIR CORRECTAMENTE

Tal y como destaca la Fundación Española del Corazón, los beneficios de dormir bien son numerosos: incrementa la creatividad, ayuda a perder peso, mejora la memoria, protege el corazón, reduce la depresión y favorece el sistema inmunitario.

Pero, ¿cómo dormir bien? Para empezar, se debe crear un ambiente relajado; es decir, la habitación debe tener una temperatura agradable, sin ruidos y sin luz. El colchón y la almohada tienen que ser cómodos.

Por otro lado, es recomendable mantener un horario regular, acostándose y levantándose siempre a la misma hora, practicar ejercicio de forma habitual, pero nunca justo antes de dormir y evitar las comidas copiosas, que pueden dificultar la digestión.

Asimismo, debe evitarse la exposición a las pantallas electrónicas antes de dormir, no consumir sustancias estimulantes, y no pensar en tareas pendientes o preocupaciones, ya que pueden dificultar el sueño.