Una protección inadecuada puede provocar quemaduras, insolaciones, manchas y arrugas e, incluso, cáncer de piel
El verano es la estación del año en la que estamos más expuesto a los rayos solares. Aunque el sol es muy beneficioso para la salud, ya que favorece el crecimiento de unos huesos sanos y fuertes gracias a su aporte de vitamina D, y mejora el estado de ánimo, también puede conllevar consecuencias negativas si no nos protegemos de manera adecuada frente a él.
Por ejemplo, una protección inadecuada puede provocar quemaduras, insolaciones, manchas y arrugas e, incluso, algo más grave como es el cáncer de piel, una enfermedad que puede pasar inadvertida si no prestamos atención a sus síntomas.
Para que esto no ocurra, es importante tomar algunas medidas de precaución. La Sociedad Española de Medicina de Familia y Comunitaria aconseja no abusar del sol y evitarlo en los tramos de mayor incidencia, es decir, entre las 12:00 y las 16:00 horas.
Asimismo, es de vital importancia aplicarse protector solar, con un factor de protección solar mínimo del 30, y hacerlo en cantidades generosas para que cubra todas las partes del cuerpo. También es necesario aplicarlo 30 minutos antes de salir de casa y renovarlo cada dos o tres horas, sobre todo después de bañarse.
Por otro lado, la Organización Mundial de la Salud subraya que, además de utilizar protector solar, es recomendable hacer uso de sombreros de ala ancha que protejan bien los ojos, las orejas, la cara y la parte posterior del cuello.
De igual forma, las gafas de sol también son unas excelentes aliadas para proteger los ojos de los rayos UVA y UVB y evitar, así, posibles daños oculares producidos por la radicación solar.
Otro aspecto a tener en cuenta, según la Academia Española de Dermatología y Venereología, es que en los días nublados los rayos solares también se filtran también a través de las nubes, por lo que debemos protegernos igualmente, aunque tengamos la sensación de que no nos vamos a quemar.
En cuanto a los niños, ya que estos suelen ser más vulnerables al sol y se queman con mayor facilidad, debe extremarse la precaución aún más que en adultos. Por ello, además de aplicarles protección solar, deben utilizar sombreros o gorras y usar ropa que cubra la mayor parte del cuerpo.
En el caso de los niños menores de seis meses, no deben exponerse al sol bajo ningún concepto, ni siquiera con protección solar.