Para el año 2050, un 50% de la población mundial padecerá miopía y un 10% sufrirá un cuadro de miopía alta
El envejecimiento de la población, los cambios en el estilo de vida y el acceso limitado a la atención oftalmológica (especialmente en países con ingresos bajos y medios), son algunos de los factores que incrementan el número de personas con deficiencia visual.
De hecho, la Organización Mundial de la Salud predice que, para el año 2050, un 50% de la población mundial padecerá miopía y un 10% sufrirá un cuadro de miopía alta, lo que puede incrementar el riesgo de desarrollar lesiones graves en la vista.
En este sentido, la alimentación juega un papel fundamental para tener una buena salud visual. La Academia Americana de Oftalmología recomienda consumir frutas y vegetales con un alto contenido en vitamina A, como las zanahorias. Se trata de uno de los alimentos más famosos para mejorar la salud visual gracias a su contenido en carotenoides, un nutriente que evita que padezcamos ciertas afecciones relacionadas con la vista.
También, la Academia Americana de Oftalmología destaca los alimentos ricos en vitamina C gracias a su poder antioxidante, el cual puede prevenir o retardar la degeneración macular relacionada con la edad y las cataratas. Los alimentos ricos en vitamina C son: naranjas, mandarinas, limones, tomates y fresas, entre otros.
Asimismo, algunos pescados ricos en ácidos grasos omega-3 (salmón, atún, sardinas o trucha) son excelentes aliados para reducir el riesgo de desarrollar enfermedades oculares en un futuro. En concreto, el omega-3 es bueno para la función lagrimal, por lo que es perfecto para tratar el ojo seco.
Por último, los vegetales ricos en luteína y zeaxantina, tal y como detalla la Academia Americana de Oftalmología, son fundamentales para proteger la mácula, una zona de los ojos que nos proporciona la visión central. Algunos alimentos con estos nutrientes son: acelgas, brócoli y lechuga romana.
Además de la alimentación, existen algunas prácticas que favorecen una buena salud visual: limitar el tiempo frente a las pantallas, parpadear de forma frecuente para evitar la sequedad ocular, utilizar lágrimas artificiales y tener una iluminación adecuada.